jueves, agosto 10, 2006

morir

[Contexto: el libro es "Azteca" de Gary Jennings. Un anciano azteca -Mixtli ("Nube Oscura")- le relata a una serie de escribanos católicos sobre su vida -y la vida azteca- desde su nacimiento hasta poco después de la invasión española a nuestro continente. En este párrafo, reflexiona sobre la muerte, a propósito de un numeroso sacrificio humano hecho para el deleite de los dioses, en respuesta al asco y ofensa que el obispo siente ante el relato]

"Esta cascada [de la sangre de los xochimique, sacrificados], como una viscosa caída de agua, empapaba los escalones [de la pirámide del sacrificio] hacia abajo, cayendo y agitándose sobre los cuerpos de los muertos y bañaba los pies de la gente viva, llenándolos y haciendo que muchos de ellos se resbalaran y cayeran. Fuía también hacia abajo de las paredes lisas de la pirámide por los cuatro costados. Esa sangre se esparció a través y se extendió completamente por El Corazón del Único Mundo [Tenochtitlán]. Aquella mañana, la Gran Pirámide estaba relucientemente blanca como la nieve que corona el pico del Popocatépetl, pero por la tarde se veía como un plato lleno de corazones de aves silvestres, al que un cocinero le hubiese puesto encima una pesada y roja moli, salsa. Parecía realmente lo que se estaba proveyendo: una gran comida para dioses de gran apetito.
¿Una abominación, su Ilustrísima?
Lo que le provoca tanto horror y náuseas, creo yo, es el número de hombres matados de una sola vez. Sin embargo, mi señor, ¿cómo puede usted tratar de medir la muerte, cuando es una entidad que no se puede evitar? ¿Cómo puede usted multiplicar una nadería por cualquier número conocido en aritmética? Cuando un solo hombre muere, es como si todo el universo viviente dejara de existir, en cuanto a lo que a él concierne. Asimismo, cada otro hombre o mujer dejan de existir para él; los que son amados y los desconocidos; cada criatura, cada flor, cada nube o brisa, toda sensación y emoción. Su Ilustrísima, el mundo y cada pequeña cosa muere todos los días, por alguien.
¿Pero qué dioses demoniacos, pregunta usted, podrían apoyar la matanza de tantos hombres, destruyéndolos indiscriminadamente? Bien, su propio Señor Dios, por una... "

El memorable diluvio de las escrituras, la sagrada inquisición, las guerras santas, las cruzadas, hoy mismo, Israel contra el Líbano, la invasión católica española.... sólo para nombrar algunas de las matanzas religiosas. Podría seguir toda la noche, en nombre de Dios...